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1.12.06 

Carta pública a John B. Thompson

Saludos Sr. Thompson

Hoy, 1º de diciembre de 2006, en México, se pretenderá consumar la llegada al poder, de quien ha sido nombrado presidente electo en este país. Felipe Calderón Hinojosa, para ser precisos. Pero en realidad, no importa tanto el nombre de quien dice que costará vidas mantener el “Estado de Derecho” durante su mandato; sino el significado real de que una persona como él gobierne este país, refiere a dar continuidad al proyecto neoliberal con su desastroso saldo en el campo social de los países latinoamericanos.

El nuevo gabinete del gobierno, que representa a las clases dirigentes de este país, “subastan el patrimonio natural, energético, cultural, económico y humano nacional al mejor postor, sin importarles la pérdida de la independencia y la soberanía nacionales. Para los neoliberales, el país es una mercancía de la cual desean obtener mayor ganancia para ellos y sus aliados” (Bandera Socialista, 2006).

Es un momento crítico, ya que mientras se simula la estabilidad nacional, grandes conflictos sociales nos aquejan y la respuesta del gobierno sigue siendo la vía represiva que el Aparato Ideológico del Estado generó para reproducir las condiciones vigentes de producción y el orden social que determina.

Lo que resulta alarmante, no es que estos políticos restrinjan el acceso al poder, ya que eso se ha visto en numerosos países desde hace décadas. Lo preocupante son las masas dominadas, ya que no son conscientes de que la ideología que legitiman hace más tensa la situación. Gramsci en sus apuntes señalaba acerca de los aparatos de hegemonía social que establecían un consenso acerca del dominio de una clase social sobre otra, por su parte, Althusser distinguió a los Aparatos Ideológicos del Estado que precisamente funcionaban mediante dicho consenso y no sobre la coerción.

Por ejemplo, el concepto de “indio” utilizado cotidianamente en la cultura popular, dista en gran medida en el significado y la contextualización de la manera en que se utilizan conceptos como “puto” para referirse a cualquier individuo homosexual, “perra” para referirse a una mujer o “desviado” para explicar conductas rebeldes de los jóvenes. La aplicación de estos conceptos, que ciertamente se refieren a individuos que pertenecen a sectores sociales definidos, en las diversas reproducciones simbólicas populares, pueden ser atribuidas a un mismo problema, que en este caso se refiere al control comunicativo de una élite dominante de tendencias fascistas.

El interés en analizar algún aspecto de la ideología en la cultura de una sociedad como en la que crecí, es simplemente porque al momento de reproducirse y legitimar las acciones (en escenarios sociales) de un orden social vigente, repercuten de manera evidente –en la conducta de los individuos y grupalmente en su relación con otros– en la vida diaria de cada uno. ¿Hasta qué punto podemos analizar las representaciones simbólicas que la gente combina con sus prácticas diarias en el momento de relacionarse con los demás? ¿Qué relación existe con el fortalecimiento de las relaciones que mantienen el poder de las élites dominantes a manera de consenso general?

Una élite dominante y su discurso político, no tendrían influencia en la sociedad sin la existencia de funciones de mediación, las cuales se apoyan en los medios masivos de comunicación, como la prensa, la televisión y la radio (Van Dijk, 2003), para establecer institucionalizadamente una lógica en la representación de las ideas de la realidad. Podemos mencionar a manera de ejemplo, que la prensa no se centra en sí en mostrar temas aparentemente interesantes o de relevancia para la población en general, sino que se centran en la masificación de aquellos temas que conciernen a las élites.

De esta manera, el discurso de la élite dominante tiene que estar fundamentado en estrategias de construcción simbólica, valiéndose de la necesidad humana de ver imágenes. La televisión tiene esta facultad de mostrar imágenes reales y puede llegar a considerarse que esto supera a la información escrita, porque la imagen habla por sí misma, haciendo creer al espectador que los hechos que son vistos por él, suceden tal y como aparecen (Sartori, 1997).

A las acciones de los grupos antagónicos a los intereses de la élite dominante, se les asocia en un sentido que haga creer que no obedecen, como se debería, al aparente orden de las cosas. Para enfocarnos en algo concreto podemos tomar el ejemplo de acciones que llevan a cabo grupos vinculados a la dizque izquierda parlamentaria para protestar e incluso desafiar las políticas, que llevadas acabo por la clase dirigente, tienen repercusiones en sectores sociales específicos. Estas acciones que los grupos realizan, tienen enfoque en los medios de comunicación, a los que la élite dominante tiene acceso y crean una opinión en la cual, otorgándoles una connotación radical, hacen creer que dichas acciones no resultan convenientes para ellos ni para el bienestar social general. Incluso, si un conflicto llegara al límite de desatar alguna fuerte protesta suprimida violentamente por elementos del Estado, como la policía, sería captado como una restauración del orden, justificada por la necedad e irracionalidad del grupo opositor.

Señalar a los grupos subalternos vinculándolos con términos negativos o erróneos a través de los medios de comunicación que generan opinión pública, como la prensa escrita o los noticieros, fomenta la discriminación de estos grupos por agentes sociales que defienden al “estado de bienestar” y configura un repudio general hacia la acción política de estos grupos; apoyándose en la sustitución de términos como una de las maneras de operar de la ideología, a través de modelos generales que establecen significados que justifican el apoyo a las relaciones de poder, dentro de la dinámica observada en el “Homo Videns”.

Bajo las condiciones anteriormente explicadas no es posible contar con una apertura política en la cual entren en protagonismo diferentes actores políticos que intenten resolver problemas puntuales en la sociedad. Únicamente, bajo estas condiciones, insisto, es posible reforzar las bases de apoyo que mantienen las relaciones de poder ya existentes. Ahora, es necesario considerar el papel protagónico que toman los medios de comunicación al hacer noticiable la contienda política a partir de cogniciones sociales compartidas sobre la estructura socio-política y los grupos sociales (Van Dijk, 2003).

No está de más acentuar que los discursos políticos o la comunicación a la sociedad por parte del estado mayor, se da a través de los medios masivos de comunicación, en los cuales se aborda el debate político o se crean campañas publicitarias para informar de la labor de las distintas secretarías gubernamentales.

A su vez esto provoca generalizar la pasivización acerca de la situaciones que indican la pauta hacia la contienda política, legitimando a través de la creación de una opinión publica, un razonamiento que sitúa a aquellos individuos que no ejercen sus acciones estrictamente situadas dentro del marco legal e incluso justifican su posible sanción sin distinguir la circunstancia por la cual se encuentran en esa situación, todo esto con el fin de persuadir al apoyo mayoritario a que se les sigan aplicando las políticas de control social. El ejercicio de control social sobre los grupos dominados limita la libertad social de estos (Van Dijk, 2003).

Vemos como en este país se ha creado una ley que beneficia a las televisoras al servicio del Estado y los spots políticos publicitarios inundan el tiempo al aire. La televisión no domina, sino que forja opiniones en las masas ya dominadas, las cuales poco saben en realidad de los términos mencionados recientemente como: Estado de derecho, populismo, progreso y paz social. Resulta una provocación, un insulto a la inteligencia el que las posturas e ideología política de la gente, en las calles del país, se fundamenten en lo que los medios masivos le imponen, a través de opiniones de poco sustento argumentativo, pero que defienden ciegamente, cuando el sistema sólo les permite participar como espectadores en la política que nos afecta a todos.

Las ideologías prejuiciadas, que se reproducen en prácticas y en cogniciones sociales, tienen consecuencias en las minorías dependiendo el papel que juegan en el escenario social donde surgen y se ubican, estas consecuencias se valoran en los actos discriminatorios que experimentan como parte del proceso de continuidad de la estructura social dominante. El grupo “de dentro” controla al “grupo de fuera”, mediante prácticas sociales de opresión, supresión, exclusión o marginación debido a un consenso de prejuicios compartidos (Van Dijk, 2003; 48), estas prácticas de ninguna manera resuelven los conflictos sociales que surgen a causa de un desequilibrio político o económico, al contrario, los acrecientan.

Es difícil suponer que la élite dominante tenga interés en aliviar la desigualdad existente, ya que necesariamente negarían los intereses que permiten mantenerlos en el estatus dominante, por eso considero que usted tiene razón Sr. Thompson: se acaba de perpetuar un fraude alarmante, por que más que ser un problema cuantificable en las votaciones, resultó ser un fraude ideológico consensuado por los medios al servicio del poder a través de la sustitución de términos.

Es intolerable esta situación. Declaremos entonces una guerra informática. ¿Será posible hacer frente a esto?

Poblos

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RODRÍGUEZ H., Pablo. Análisis crítico de la ideología racista en San Luis Potosí. Ensayo para Antropología Marxista impartida por el Dr. Pedro Reygadas. UASLP. 2005.

SARTORI, Giovanni. Homo Videns. La sociedad teledirigida. Editorial Taurus, México. 2000.

THOMPSON, J. Ideología y cultura moderna, teoría crítica social en la era de comunicación de masa. UAM Xochimilco. México. 1993.

VAN DIJK, Teun A. Racismo y cultura de las élites. Editorial Gedisa. España. 2003.

Saludos Poblos.

Buen Texto.
Salud.

Atte: Montse.

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